LOS HABANOS DE HUATUSCO

Huatusco, Ver.- Huatusco le debe su fama al café que se produce aquí, cuya producción está en primer lugar a nivel estatal. Antes del auge del aromático, la ciudad fue tierra de habanos, donde el olor de la hoja de tabaco y no el café dominaban el ambiente y vida de los huatusqueños.
En la fábrica de puros de María Chispan, donde la cada obrero elaboraba hasta 100 puros por hora. La cuota diaria alcanzaba los 6 mil puros para abastecer el mercado local y de la región.
Aunque Coscomatepec, municipio vecino de Huatusco, mantuvo durante muchos años su liderazgo en cuanto a calidad y personalidades que gustaban de los puros elaborados allí, Huatusco también logró una reconocida reputación por ser el abastecedor del producto en toda la región.
En el campo se tenían plantaciones de buena calidad, pues la tierra daba abundantes cosechas, cuya producción permitía cubrir la demanda de comercialización en toda la zona de las Altas Montañas. En esa época ni el café ni la caña alcanzaban el esplendor del que hoy gozan.
Uno de los más prominentes empresarios tabacaleros fue Francisco Castellanos Marrero, quien incursionó en la política, ganando la presidencia municipal en 1923. Sus padres, Juan Castellanos y Camila Marrero, se dedicaron desde un principio al cultivo de tabaco y elaboración de puros. Su taller se encontraba en la avenida cuatro oriente.
La fábrica de puros y cigarros tuvo un auge entre 1930 y 1945, siendo la propietaria María Chispan, que instaló el taller en su propia casa ubicada en la calle uno, entre avenidas dos y cuatro y donde contaban con varias obreras que con destreza manejaban la hoja de tabaco para hacer los puros.
En Huatusco se producían puros de perilla y de taco. Los primeros eran pulidos, se metían en una prensa y al siguiente día se secaban para hacer los paquetes. Los puros “de taco” no tenían punta, eran parejos y gruesos. La dueña de la purería es quien recibía el cargamento de tabaco y posteriormente entregaba su porción a cada obrera.
En promedio y en sus mejores tiempos, una obrera hacía hasta 100 puros por hora. La jornada laboral, de acuerdo a la obra de Delia Sedas de Partida, iniciaba a las 8:00 de la mañana. Los aprendices debían llegar una hora antes para barrer, sacudir mesas y tablas, acomodar cajas con el tabaco y así ganar en sus ratos libres, la oportunidad de aprender a hacer puros.
Común era ver a las mujeres, tanto jóvenes como adultas, emplearse como empleadas en las purerías, donde pasaban la mayor parte del día. El horario de salida era a las 6:00 de la tarde, siendo esta labor el sostén de muchas familias de Huatusco en ese entonces.
Al día, la purería de María Chispan llegaba a producir seis mil puros que eran distribuidos en Huatusco y municipios de la región. El producto era transportado hasta la capital del país por visitantes o familiares, quienes gustaban de un buen puro.
“Al término de la faena entregaban los puros, las piezas eran pesadas, si había sobrepeso le descontaban al salario de la trabajadora la cantidad que correspondía al precio del tabaco”, relata Sedas de Partida en su obra, “Así narraban los de antes”. El salario de cada obrera en ese entonces era de tres centavos por cada 100 puros elaborados.
La introducción de plantaciones de café y la demanda de mano de obra para el corte ocasionó que muchos dejaran se sembrar tabaco, pero sin que eso afectara el trabajo y entregas de los talleres, que empezaron a importar tabaco de otras regiones.
Uno de estos lugares era San Andrés Tuxtla, de donde era transportado a caballo, entregando el cargamento hasta el domicilio del taller.
Durante el auge de la fabricación de puros en Huatusco las autoridades mostraron gran interés en su labor, reconociendo su esfuerzo y la dedicación para lograr una intensa actividad de producción para abastecer el consumo de todos los habitantes de la zona.
Con el paso de los años, el café fue ganándole terreno a los puros, hasta desplazarlos como la principal actividad productiva en la región, hasta hacerlos desaparecer como el humo de un buen habano, dejando solo su olor presente en el aire de la historia.