LA ENTRADA AL REINO DE LOS MUERTOS…EN HUATUSCO

Por: César Lezama
Huatusco, Ver.- En Huatusco se encuentra la puerta que conduce al reino de los muertos, la cueva de Mictlancotla, que hace alusión al Mictlán, noveno plano del inframundo donde las almas viajan al morir en la tierra.
El profesor Cesar Lezama realizó no solo una visita a este lugar, sino que elaboró un plano “en planta y perfil” del lugar que “se orienta al norte, curiosamente entre el norte magnético y la entrada principal de la cueva que aquí presento esto no se cumple, si consideramos a los poco más de 9 grados de declinación magnética con los cuales tenemos que corregir el norte geográfico, es posible que la entrada efectivamente se oriente más o menos al norte como la mitología de nuestros ancestros menciona”.
El profesor y espeleólogo huatusqueño refiere que “en la Cosmovisión del mundo prehispánico, la muerte se abrazaba con respeto y aprecio, pues representaba esa dualidad que debe tener la vida”.
Hoy en día, asienta en un texto dedicado a la cueva de Mictlancotla, la muerte es causa de miedo. Asusta pensar en ella, tanto que a veces, perdemos de vista su inevitable llegada como buen marco de referencia para vivir intensamente nuestros días, y terminamos por temor a ella dejando que la vida pase sin intensidad.
“A propósito del mes de noviembre donde por todos es bien sabido, que nuestro pueblo celebra, sí; CELEBRA, así con mayúsculas a la muerte, yo expongo aquí un plano arquitectónico en planta y perfil de una cueva de la región de Huatusco cuyo nombre representa la puerta a donde solo los muertos pueden entrar, o como es el caso en unos días, también salir del inframundo”, anota el profesor.
Algunas otras almas como los guerreros muertos en batalla iban a Teotihuacan, los muertos en el agua al Tlalocan, pero todos los demás mortales algún día iremos al noveno inframundo.
El sótano de Mitlancotla como lo conocen los pobladores de Potrerillo, no es sino una cueva con un desarrollo inclinado sobre roca caliza que inicia en la base de una especie de cráter gigante de unos 70 metros de diámetro y 40 de profundo, al cual se ingresa por una rampa natural de tierra, y cuya entrada a la cueva parece como una gran boca, cuyas estalactitas y raíces asemejan a dientes de una fauce feroz, que como ya dije antes alineada al norte conduce naturalmente, o así era como los indígenas lo figuraban a Mictlan.
“Hace ya años desde que lo descubrí por primera vez, o al menos descubrir para mí; pues seguro este sitio ha sido lugar de culto por milenios, pero un día de 2012 mientras recorría la región en bici pregunté por cuevas o sótanos y fue como puse en mis apuntes este mágico lugar para su ulterior exploración”, relata Cesar Lezama.
“Así en el mismo año bajé con mi amigo Eleazar López hasta media ladera y pude apreciar la boca con su característica penumbra. En esa ocasión un colibrí o chupaflor morado se perchó en una rama frente a nosotros, ahora comprendo que era el alma de un guerrero”. “Posteriormente con mis amigos del Club de Exploraciones de México sección Xalapa y Veracruz en el 2013 realizamos una amplia exploración determinando mediante técnicas topográficas que el desarrollo de la cueva era de 477 metros y que tenía una profundidad de 147 metros verticales, además de maravillosas galerías de enormes proporciones”, anota el texto elaborado por el huatusqueño.
“Recuerdo cuando emocionado comenté a Miguel Ángel Flores Rodríguez que había encontrado una cueva con un nombre algo fuera de lo común, “Mictlancotla” y el me respondió -donde la encontraste- asombrado me contó que la buscó por años, pues en registros escritos alguna vez dio con una antigua leyenda de una acaudalada persona de Tlamatoca que hizo pacto con el Diablo ahí mismo, y que recibía vacas negras, lo cual era la base de su fortuna. Ahora entiendo como esta visión de un mismo lugar cambió dramáticamente con el encuentro de dos mundos”.
Finalmente dejo a ustedes la responsabilidad de creer cualquier versión de este sitio. Por un lado, la mesoamericana, la de la época colonial o la de este humilde intento de espeleólogo. Después de todo, posiblemente ya en vida Mictlantecuhtli me ha permitido hurgar en sus dominios, aunque sea por breves instantes y eternos recuerdos.