CHINA ENCIENDE LA TURBINA EÓLICA MÁS GRANDE DEL MUNDO

CHINA.- China instaló una turbina MySE 18.X-20 MW de Mingyang Smart Energy en Hainan, conectada a finales de agosto de 2024 y presentada por la empresa como la unidad “de mayor capacidad única” del mundo.
Con palas de unos 128 metros y una altura total aproximada de 242 metros, el fabricante afirma que el prototipo puede abastecer, en promedio, a decenas de miles de hogares al año, y que está diseñado para soportar tifones de categoría 17, con ráfagas de hasta 79,8 m/s. La instalación eleva el listón tras el despliegue previo de máquinas de 16 MW en China.
El hito tecnológico llega con interrogantes. Investigaciones recientes y documentos técnicos de agencias públicas han advertido que los parques eólicos —y, por extensión, máquinas cada vez mayores— alteran el flujo del viento y la mezcla vertical del aire, con efectos locales en temperatura, humedad y turbulencia que conviene medir con precisión. La Oficina de Gestión de Energía Oceánica de Estados Unidos. (BOEM) subraya que los llamados “microclimas” en y alrededor de los parques pueden modificar el rendimiento y las condiciones ambientales cercanas.
Estudios académicos recogen impactos de estela (wake) que cambian el viento aguas abajo y recomiendan incorporarlos al diseño y la operación de proyectos a 25–30 años.
Mingyang sitúa su plataforma 18.X–20 MW como una evolución de su familia de 16 MW —máquinas con rotores de 260 metros— para emplazamientos de viento medio-alto y exposición a tifones.
En agosto de 2024, la compañía comunicó la finalización del montaje del prototipo de 20 MW en Hainan, con un barrido máximo equivalente a “nueve campos de fútbol”, como parte de una hoja de ruta que también contempla modelos aún mayores. Diversos medios especializados y comunicados de la cadena de suministro han recogido el despliegue y sus especificaciones preliminares.
El salto de potencia supone, en teoría, más energía con menos máquinas: a igual producción anual, un conjunto de turbinas de gran potencia podría reducir el número de cimentaciones, los corredores de cableado y ciertas interferencias espaciales, lo que tiene implicaciones de costos y ambientales.
No obstante, expertos señalan que la escala no elimina compensaciones: a mayor diámetro de rotor y altura de buje, pueden amplificarse algunos efectos de estela y modificarse regímenes de viento locales, con posibles repercusiones sobre operación, ecología y percepción social.
La BOEM e investigaciones recientes recomiendan campañas de monitoreo y modelización específicas por sitio —incluidos los escenarios de clima futuro— antes y después de la puesta en servicio.
La máquina de 20 MW también reaviva el debate sobre resiliencia: el fabricante publicita tolerancias a vientos extremos (79,8 m/s) y aptitud para zonas propensas a tifones; tras su puesta en marcha, circularon reportes sobre pruebas e incidentes de palas en fase de validación que la empresa enmarcó como parte del proceso de demostración.
En paralelo, despunta una competencia industrial por el “trono” de la turbina más potente, con anuncios de nuevos prototipos de 22 MW y, en otros consorcios, cifras aún mayores. El mercado, con todo, suele privilegiar la fiabilidad y el coste nivelado de energía antes que la marca del récord.
Para promotores y reguladores, el mensaje es doble: la escala acelera la descarbonización del sistema eléctrico, pero exige evaluaciones ambientales más finas en zonas costeras.
El objetivo, dicen investigadores y planificadores, es optimizar el aporte de energía y a la vez reducir efectos no deseados sobre ecosistemas marinos, rutas de aves y microclimas litorales. La consigna de algunos defensores de la eólica marina —“descarbonizar y, como hemos demostrado en Nueva York, hacerlo sobre el mar si no hay espacio (García, 2024)”— convive con la advertencia de que los avances en renovables traen nuevos retos que deben abordarse con datos, transparencia y diseño adaptativo.