“AQUELLOS QUE SE VAN, NO SE QUEDAN”: CRÓNICA DE UNA PANDEMIA
La Región, Ver. – La gente ya encontró la cura para el coronavirus; ignorarlo. Ya nadie quiere saber de la enfermedad que para muchos es puro cuento del gobierno. A los hospitales no les informaron de esa solución; el número de pacientes sigue aumentando.
El taxi avanza por la carretera escoltado por raquíticas matas de café. El olvido oficial del campo que se hace palpable con sólo mirar hacia ambos lados. En Huatusco la gente sale corriendo literalmente cuando se acerca la unidad encargada de desinfectar.
“Aquellos que se van, no se quedan” suelta Doña Lupe de tajo. Todos se van a morir y el coronavirus es lo último que le importa con la panza y el monedero vacío. Como ella, miles se encomiendan a su mejor santo y salen a trabajar.
Cómo respuesta, el taxista –con cubrebocas a la papada y con más de seis pasajeros a bordo- recurre al argumento que se va haciendo más popular y sigue cobrando fuerza: “Quién sabe si es verdad o cosa del gobierno”.
Con la pandemia se rompen esquemas y tradiciones. Y hasta se contradice al dicho “a caballo regalado no se le mira colmillo”; a las despensas que reparten hasta las pezuñas le revisan.
“Las chicatanas no salieron porque les dijeron que se quedaran en su casa”, bromea un cliente en el mercado Benito Juárez. Las bromas terminan cuando los problemas económicos inician: un taxista llama a la agencia que le vendió el auto. En las grandes empresas no saben de crisis y le informan que tiene que pagar su deuda.
En la zona de las Altas Montañas la curva no se aplana ni lo hará, mientras a mentadas, los incrédulos siguen vacunándose contra el Covid pensando que así lo vencerán.